miércoles, 5 de marzo de 2014

Antonio de Nebrija, el más grande humanista de España


Antonio de Nebrija, uno de los grandes humanistas del Renacimiento y ciertamente el más grande de España, conquistó un sitial de honor en la historia de la lengua española como autor de la primera gramática española (1492) y el primer diccionario de nuestra lengua (1495). Fue filólogo, historiador, pedagogo, gramático, astrónomo y poeta.


Nacido en 1444 en Lebrija, en la provincia de Sevilla, bautizado como Antonio Martínez de Cala e Hinojosa. La infancia de Nebrija debió ser complicada debido a los métodos pedagógicos usados para la enseñanza de la gramática griega y latina contra los cuales, Nebrija se rebela. Seguramente la incompetencia de sus maestros, debió despertar en el joven Elio Antonio el interés por tornar de forma asequible y agradable algo que no tiene por qué resultar fastidioso.


Será pues pedagogo y maestro por reacción frente a la ineptitud de sus maestros y sus métodos. Nebrija empezó sus estudios a los 15 años en la Universidad de Salamanca, donde se graduó cuatro años más tarde en Retórica y Gramática.


Tras recibir su diploma, viajó a Italia y se inscribió en la Universidad de Bolonia, donde realizó su ingreso en el Colegio de San Clemente el 2 de marzo de 1463.


En la época en que se desarrolla la juventud de Nebrija, Italia vive un importante momento cultural, por lo que resulta punto de atracción para humanistas y escritores. El intercambio cultural entre las dos penínsulas mediterráneas era fácil y abundante. Así decide permanecer en dicho país 10 largos años, alegando que le interesaban, sobre todo, el buen decir y un perfecto aprendizaje de griego y latín, lenguas que él creía que en Salamanca no eran tratadas como merecían.


Su fin primordial, desde luego, era estudiar a los autores latinos y acercarlos a España, reivindicarlos, objetivos que cumplió sobradamente. En Bolonia, cursó Teología, Latín, Griego, Hebreo, y aprendió también Medicina, Derecho, Cosmografía, Matemáticas, Geografía, Historia y, por supuesto, la Gramática, materia en la que tuvo como maestro a Martino Galeotto. También recordaría más tarde con cariño las clases de ética de Pedro de Osma.


En Italia bebió con avidez de la fuente del naciente humanismo, que estaba mucho más avanzado que en España, probablemente debido a la Inquisición, que temía y perseguía las nuevas ideas.


En 1470, Nebrija regresó a España como portador del humanismo renacentista, «para desbaratar la barbarie por todas partes de España tan ancha y luengamente derramada». Se instaló en Sevilla, trabajando durante algún tiempo para el obispo Fonseca. Impartió clases entre 1470 y 1473 en la capilla de la Granada, situada en el patio de los Naranjos de la Catedral de Sevilla. Es ya un joven lleno de conocimientos y de iniciativas. Fue por entonces cuando adoptó el nombre con el cual lo conocemos. Añadió Elio como homenaje al conquistador romano que conquistó la Bética, que era el nombre latino de Sevilla y "de Nebrija", por ser Nebrissa el nombre en latín de su Lebrija natal. Le queda tiempo para escribir, para casarse con Isabel Solís de Maldonado, para tener siete hijos y para gastar sus dos sueldos y los ingresos que le producían sus publicaciones. Pero su ambición lo llamaba a Salamanca, adonde finalmente se trasladó en 1475. Decidido a revolucionar la enseñanza del latín en España, publica en 1481 Introductiones latinae, que serviría como texto de los estudiantes de la lengua latina hasta el siglo XIX. El ilustre humanista luchó, a lo largo de toda su vida, por recuperar el latín culto que hablaban Cicerón y Quintiliano y que se estaba perdiendo en favor del habla vulgar. Para ello, se basó en el método natural, que partía de un buen conocimiento de la lengua romance -la lengua del pueblo-, como el mejor medio para evitar que se perdiera aquel latín culto. 


Esta gramática latina se dividía en dos partes: 'La Analogía', que trataba sobre morfología y otra parte que versaba sobre problemas de sintaxis, ortografía, prosodia, figuras de dicción y un léxico que no era muy extenso. Sorprendido por el retumbante éxito de su obra, Nebrija se lanzó a la tarea de traducirla al castellano. En diez años, llevó a cabo en Salamanca una labor titánica y, a la llegada de los humanistas italianos Mártir de Anglería y Luigi Marineo, él había formado ya varias generaciones de alumnos.


Confiado en su saber y dueño de la cátedra de Retórica, arremetió contra sus compañeros de claustro por el carácter poco científico de sus enseñanzas. En medio de esta lucha, cuando intentaban expulsarlo de la Universidad, Nebrija obtuvo en 1488 el apoyo del maestre de la Orden de Alcántara, Juan de Zúñiga, que se convirtió en su mecenas.
 

En 1490, se consagró como poeta y conquistó el cargo de cronista real, en el que permaneció hasta 1509, cuando decidió volver a Salamanca como catedrático de Retórica. En la vieja universidad donde había comenzado sus estudios, fue perseguido por sus colegas, que le impidieron concursar en la cátedra de Gramática. No hay que olvidar siente un profundo desprecio hacia los gramáticos, etimologistas y lexicólogos de su época, entre los que no halla ni uno solo que le merezca confianza ni sepa expresar sus enseñanzas con la debida claridad. Él se siente en la obligación de intentar poner remedio a esos males y sentar así las bases para unos procedimientos de trabajo serios, científicos y modernos. No le faltaron a Nebrija problemas con la Inquisición: pensaba el alto organismo que el filólogo no tenía, como tal, capacidad para intervenir en los debates. Debió ser para él una época sumamente triste: Después de superadas las dificultades con la Inquisición y ante la derrota en su candidatura para ocupar la cátedra de Gramática, Nebrija acudió al cardenal Cisneros, quien abrió al humanista las puertas de la Universidad de Alcalá, en donde Nebrija pasó a ocupar la cátedra de Retórica donde fue ampliamente reconocido tanto por sus colegas como por los estudiantes. El cardenal Cisneros le encargó en 1502 la revisión de los textos griegos y latinos de la Biblia Políglota Complutense, proyecto que abandonó por diferencias con el grupo de traductores. 
 

Lo más importante de su obra se completó en la última década del siglo XV, con su Gramática de la lengua castellana, primera gramática impresa en una lengua vulgar, y Vocabularium, diccionarios de latín y castellano, que comprende dos volúmenes de diccionarios hispano-latinos superiores a todo lo que existía en su tiempo en esta materia. También escribió las Reglas de la ortografía castellana en 1512.


De todas sus obras, ninguna tuvo el peso y la importancia histórica de su Gramática, publicada en Salamanca en 1492, que se adelantó a todos los estudios hechos en todas las lenguas romances sobre esta materia. Fue el primer gramático de destaque en considerar una lengua romance (por entonces llamada "lengua vulgar") como digna de ser estudiada. 
 

La Gramática de Nebrija consta de cinco libros. El primero se ocupa de la ortografía, y consta de diez capítulos; el segundo, de la prosodia y de la sílaba, en otros tantos capítulos; el tercero, de la etimología y dicción, con diecisiete capítulos; el cuarto, de la sintaxis y el orden de las partes de la oración, en siete capítulos; y el quinto, de las "introducciones de la lengua castellana para los que de extraña lengua querrán aprender". 
 

Precede a la Gramática un prólogo muy famoso (algunas de sus frases son frecuentemente recordadas) dirigido a la Reina Católica, doña Isabel de Castilla. En las páginas del prólogo expone el autor sus propósitos. Uno de ellos, que pudiéramos llamar técnico, es establecer las normas que al dar fijeza a la lengua vulgar aseguren su perpetuidad. Otro, de matiz humanista, es facilitar el aprendizaje del latín partiendo del romance. Y un tercero, de alcance político, refleja la exaltación nacional de aquellos momentos que sucedieron a la rendición de Granada. El autor pensaba en la difusión del castellano dentro de las lindes peninsulares y europeas, al expresar su anhelo de que sea aprendido por los vizcaínos y navarros, los franceses y los italianos. Difícil que pudiera Nebrija presentir que la lengua como compañera del imperio iba a tener espléndida confirmación con el descubrimiento del continente americano, casi coetáneo de la aparición de su obra, que queda así situada entre dos hechos históricos de tanta trascendencia. Nadie soñaba aún las consecuencias del Descubrimiento de América, pero es como si Nebrija de algún modo hubiera intuido que aquella oscura lengua nacida en la tierra de los bárdulos, en el Norte de España, estaba en vías de convertirse en el gran idioma internacional, segundo del planeta, que es hoy el castellano.


La novedad de la gramática residía en que nunca antes se había escrito una gramática en una lengua contemporánea. Son posteriores a ella intentos análogos llevados a cabo en italiano y en francés, como por otro lado es infinitamente superior a los rudimentarios tratados, hechos con intención didáctica, para la enseñanza de la lengua francesa en el siglo XIII. Para los hombres de la Edad Media, sólo el latín y el griego estaban dotados de una grandeza que hacía esas lenguas merecedoras de estudio y análisis, mientras que las "lenguas vulgares" se regían apenas por el gusto de los hablantes, sin necesidad de que éste fuera estudiado ni de que sus reglas se establecieran. 
 

Nebrija une a sus conocimientos humanísticos la clarividencia con que enfocó ciertos problemas historicolingüísticos, aunque su concepto de la gramática sea preferentemente normativo. El modelo a veces demasiado presente de la gramática de las lenguas clásicas (en especial de la latina) le obliga a aceptar y acomodar no pocos de sus principios e incluso de su terminología, lo que es inevitable en quien inicia una tarea nueva. 
 

Pero hay en ella evidentes aciertos, alguno de ellos válido todavía. Rafael Lapesa señala, entre ellos, el de enlazar el estudio de la gramática con el de la métrica y las figuras retóricas, como entreviendo la singular trabazón entre el lenguaje y la creación literaria. Amado Alonso le adjudica el mérito positivo de sus descripciones fonéticas, fundando una disciplina que hoy mantiene aún las mismas bases que Nebrija sentó. 
 

La Gramática de Nebrija inspiró el surgimiento de una serie de obras similares que fue surgiendo en toda Europa, a medida que los idiomas del Viejo Continente cobraban conciencia de que eran tan nobles como el viejo latín. 
 

En 1495, publicó una nueva obra en la misma dirección: Su vocabulario español-latín, latín-español, el primer diccionario de nuestra lengua. 
 

Pero Nebrija fue mucho más que un filólogo y un lingüista. Hombre de su tiempo, con la amplitud de horizontes que caracterizaba a los intelectuales del Renacimiento, se ocupó también la Teología, de la que trató en Quinquagenas; del Derecho, que abordó en Lexicon Iurus Civilis; de Arqueología, con Antigüedades de España; y de Pedagogía, con De liberis educandis; de Historia, de Retórica, etc. Por su profundo conocimiento de las lenguas clásicas y del hebreo, por su sentido científico y aun político del idioma castellano, por su labor de maestro, sobre todo desde su cátedra de Salamanca, por "su vasta ciencia, robusto entendimiento y poderosa virtud asimiladora", así como por su ardor de propagandista, Nebrija fue, según Menéndez Pelayo, la más brillante personificación literaria de la España de los Reyes Católicos.


Si como hombre de su tiempo, se empeñó en difundir los clásicos, su obra estuvo marcada también por deseo de sistematizar el conocimiento que había adquirido en Salamanca y en Bolonia y tornarlo accesible al mayor número posible de personas. 
 

Los últimos años de su vida los pasó enseñando en la universidad alcalaína, donde murió -víctima de un ataque de apoplejía- el 5 de julio de 1522. a los 78 años de edad.


Antonio de Nebrija es uno de los grandes humanistas del Renacimiento y con toda seguridad el más grande de España, ocupando un lugar destacado en la historia de la lengua española como autor de la primera gramática española (1492) y el primer diccionario de nuestra lengua (1495).



MAG


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