Giovanni
Pico dei conti della Mirandola e della Concordia,
conocido como Pico
della Mirandola,
aunque prefería ser llamado Conde de la Concordia, nació el 24 de
febrero de 1463 en Mirandola, cerca de Módena, en el seno de una
poderosa familia noble emparentada con los Sforza y los Gonzaga.
En
su juventud estudió derecho canónico en Bolonia, letras en Ferrara
y filosofía en Padua, donde
en un ambiente aristotélico y averroísta, conoce a Elia del Medigo.
Ese
mismo año hace un breve viaje a Florencia, allí entra en contacto
con Marsilio Ficino, traductor de Platón al latín, con Angelo
Poliziano, traductor de la Ilíada,
y con el poeta Girolamo Benivieni.
Estudia
Teología en la Sorbona y regresa
más tarde a Mirandola. Allí se hace muy amigo del fraile predicador
Girolamo Savonarola.
Entre
1482 y 1483 recibe en Pavía un curso de Retórica y de Lógica
matemática inspirado en la tradición ockhamista de Oxford. En
1484 fija su residencia en Florencia donde formó parte de la Nuova
Accademica Platonica.
Dotado
de una inteligencia precoz y de prodigiosa memoria (dicen las
crónicas que era capaz de recitar 'la Divina Comedia' al revés,
comenzando los versos desde el final), pudo formarse rápidamente una
cultura muy amplia, que incluía el conocimiento de las lenguas
latina, hebrea, árabe, griega y aramea.
En verano de 1486 estalla la peste en Perugia y se traslada a Fratta donde acaba su obra principal, Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae, y compone la Oratio, que se publicarán a final de año. En pleno auge del Renacimiento llega a Roma y es bien acogido por el papa Inocencio VIII a quien convence para que convoque un “concilio” filosófico internacional, una suerte de gran debate entre todos los sabios de la época sobre cuestiones filosóficas, cosmológicas y teológicas.
Con
la intención de demostrar la verdadera naturaleza del cristianismo,
considerándolo como el punto de confluencia de todas las tradiciones
filosóficas anteriores, incluidas la filosofía griega, la
astrología, la cábala y la magia, presenta las 900 tesis de sus
Conclusiones,
que
fueron combatidas duramente por la curia romana. Aunque le aprueban
inicialmente
nada más ni nada menos que 887 de sus tesis, trece
de esas tesis fueron consideradas "sospechosas de herejía".
El papa las vinculó con la magia cabalística y el 13 de marzo de
1487 prohibió seguir adelante con el debate
e
instituye una Comisión pontificia compuesta por dieciséis miembros
y presidida por el obispo de Tournai, J. Monissart.
Pico
della Mirandola no tuvo mejor idea que escribir una Apología
en la cual defendía esas tesis cuestionadas, lo que los doctores
eclesiásticos consideraron un acto de soberbia y obstinación.
Juzgado y condenado por herejía, el papa prohíbe todas las tesis y
ordena destruir las copias.
Pico
della Mirandola fue excomulgado y huyó a Francia, donde en febrero
de 1488 es detenido y conducido a la cárcel de Vincennes. Liberado
tres meses más tarde gracias a los buenos oficios de los Medici, de
los Gonzaga y de los Sforza que obtienen del papa Alejandro VI una
primera absolución, se traslada a Florencia donde Lorenzo el
Magnífico de Medici, le cede la Villa
Querceto
para que fije su residencia.
Pico
della Mirandolla participa activamente en la Academia de Ficino
y
publica
el Heptaplus,
relato
místico de la creación del universo, en el que bucea sobre el
Génesis buscando desentrañar sus significados más recónditos,
y De
ente et uno,
una crítica al platonismo de Ficino. Viaja a Venecia con Poliziano
con el fin de conseguir libros para la biblioteca de los Medici. A
finales de año, renuncia al principado de Mirandola y vende sus
cuantiosos bienes y a su parte del principado familiar y se entregó
a un profundo fervor religioso. Viajó por toda Italia como
mendicante hasta que en 1493, el papa Alejandro VI lo absolvió
definitivamente de cualquier imputación de herejía y lo admitió de
nuevo en la Iglesia católica. Pico della Mirandola, sin embargo, no
abjuró de ninguna de sus tesis. Ingresó en la Orden de los
Dominicos, cuyos hábitos llegó a vestir poco antes de su muerte.
Se construye una villa en Corbola, cerca de Ferrara.
En
septiembre de 1493 redacta el testamento dejando los bienes inmuebles
al hospital de Santa Maria Nova de Florencia y la biblioteca a su
sobrino Anton Maria.
Falleció
en Florencia el 17 de noviembre de 1494 tras ser envenenado por su
secretario a la edad de 31 años.
Por
sus tesis sobre la superioridad y el protagonismo del hombre en el
universo y sobre la libertad de la conciencia y la voluntad humana,
el escritor y filósofo italiano Pico della Mirandola es considerado
una de las figuras centrales del humanismo.
En
las Conclusiones,
clara muestra de su enorme erudición, plasmó los dos motivos
capitales de su filosofía: la íntima concordancia de las
principales expresiones filosóficas y religiosas del pensamiento, y
la concepción del universo compuesto por tres órdenes de realidad:
el mundo intelectual, de Dios y de los ángeles, el mundo de las
esferas celestes y el mundo sublunar. El hombre, como centro del
universo, es un microcosmos que participa de las tres órdenes y que
gracias a su total libertad puede crearse su propia condición.
Pretendía
con sus Conclusiones
promover un debate público, en el que deberían haber participado
los hombres más eruditos de su tiempo, sobre los principales
problemas filosóficos y teológicos. El célebre "Discurso
sobre la dignidad del hombre", texto escrito como introducción
a las Conclusiones,
ha sido definido como el manifiesto del pensamiento renacentista.
En Pico della Mirandola se entrecruzan la Escolástica y la Modernidad, la Religión y la Filosofía, la Retórica y la Ciencia, la nostalgia caballeresca y el honor nobiliario. Pero es un cupidus explorator, como él mismo se autodenomina, un amante de la verdad y un incansable defensor de la concordia de los saberes. Eugenio Garin, uno de sus comentadores más importantes, califica su obra como un «canto de paz» en los albores de la modernidad, un intento de síntesis entre la pia philosophia y la docta religio.
En Pico della Mirandola se entrecruzan la Escolástica y la Modernidad, la Religión y la Filosofía, la Retórica y la Ciencia, la nostalgia caballeresca y el honor nobiliario. Pero es un cupidus explorator, como él mismo se autodenomina, un amante de la verdad y un incansable defensor de la concordia de los saberes. Eugenio Garin, uno de sus comentadores más importantes, califica su obra como un «canto de paz» en los albores de la modernidad, un intento de síntesis entre la pia philosophia y la docta religio.
Pico della Mirandola pertenece a ese humanismo creador del siglo XV porque tuvo la osadía de presentar en Roma 900 tesis para ser debatidas. Porque con la Oratio, que debía introducir las tesis, fue capaz de trasladar el humanismo filosófico y retórico al plano metafísico del hombre creador. Porque llevó a cabo en su Heptaplus toda una reinterpretación cosmológica del Génesis. Porque denunció en una inmortal carta a su amigo Ermolao Barbaro los excesos de la retórica hueca. Porque disputó contra las falsas doctrinas astrológicas en sus Disputationes adversus astrologiam divinatricem. Porque buscó incesantemente la “paz filosófica” y la “concordia religiosa” en el De ente et uno. Porque supo compartir, como pone de manifiesto su Commento ai Salmi y su Commento al Pater Noster, los intereses mundanos con la interioridad profunda de la fe. Porque, en definitiva, resucitó el eterno tema del amor con singular belleza en su Commento alla Canzone d'amore. Por todo ello, no es de extrañar que Tomás Moro considerara a Pico della Mirandola paradigma del hombre moderno.
El Renacimiento como tránsito entre la edad Media y la Modernidad posee un carácter crítico con la primera y propedéutico respecto a la segunda. Más incluso que una época, el Renacimiento son unos hombres: Petrarca, Ficino, Leonardo, Poliziano, Nicolás de Cusa, Erasmo… que crearon una nueva atmósfera, en la cual respiró Giovanni Pico della Mirandola.
Pico
della Mirandola, junto a otros hombres del Renacimiento, está entre
dos mundos, entre la tradición y la novedad, en el umbral de dos
épocas. Gracias a su juventud pudo soportar la vertiginosa velocidad
de cambio que le impuso su época. Vivió deprisa y pensó con
urgencia. Y dejó como testamento nuevos planteamientos llenos de
posibilidades.
Pero Pico de la Mirandola fue ante todo un verdadero amante de la sabiduría, un auténtico filósofo que se percató de la crisis filosófica que, a pesar de una gran actividad intelectual y cultural, estaba padeciendo su época, donde se libraba la batalla entre dos grandes sistematizaciones: la de Tomás de Aquino y la de Escoto. El tomismo, que representaba la gran síntesis filosófica del pensamiento medieval cristiano, perdió vigencia al enfrentarse con las tesis escotistas. Las dos escuelas entablaron un violento combate que hizo explosionar la mansión filosófica. El Renacimiento, entonces, se fue modelando a partir de las cenizas de la batalla tardomedieval. Surgieron multitud de escuelas que no pudieron encontrar cimientos firmes y cuya esperanza de vida era proporcional a su fragilidad. Pico de la Mirándola pudo ser el hombre que sacara a la época de la crisis, pues como él mismo confiesa no se ha puesto a «filosofar por otra causa sino por el filosofar mismo, ni esperar o buscar de mis estudios y de mis elucubraciones otra recompensa o fruto que el cultivo del espíritu y el conocimiento de la verdad, siempre y en alto grado deseada».
Pero Pico de la Mirandola fue ante todo un verdadero amante de la sabiduría, un auténtico filósofo que se percató de la crisis filosófica que, a pesar de una gran actividad intelectual y cultural, estaba padeciendo su época, donde se libraba la batalla entre dos grandes sistematizaciones: la de Tomás de Aquino y la de Escoto. El tomismo, que representaba la gran síntesis filosófica del pensamiento medieval cristiano, perdió vigencia al enfrentarse con las tesis escotistas. Las dos escuelas entablaron un violento combate que hizo explosionar la mansión filosófica. El Renacimiento, entonces, se fue modelando a partir de las cenizas de la batalla tardomedieval. Surgieron multitud de escuelas que no pudieron encontrar cimientos firmes y cuya esperanza de vida era proporcional a su fragilidad. Pico de la Mirándola pudo ser el hombre que sacara a la época de la crisis, pues como él mismo confiesa no se ha puesto a «filosofar por otra causa sino por el filosofar mismo, ni esperar o buscar de mis estudios y de mis elucubraciones otra recompensa o fruto que el cultivo del espíritu y el conocimiento de la verdad, siempre y en alto grado deseada».
MAG