A
sugerencia de algunas compañeras, subo hoy al blog a Leonor de
Aquitania, quien encarna tanto la
leyenda como el personaje histórico dibujando todos los rasgos de la
civilización occidental del siglo XII, un período en que las
mutaciones fueron tan radicales que llevaron a un cambio completo del
rumbo de la sociedad. El medio cultural que rodeó a Leonor durante
su infancia y adolescencia explica todo el interés que ella
manifestó más tarde por las artes y las letras así como el
desarrollo de una inteligencia extraordinaria.
Acompañaré
este breve relato de la vida de Leonor con las aventuras y
desventuras de su nuera Berenguela, Infanta de
Navarra y Reina de Inglaterra.
Leonor
de Aquitania (Aliénor
d’Aquitaine,
Éléonore de Guyenne
o Eleanor of
Aquitaine), Reina de
Francia y de Inglaterra (ca. 1122 - Fontevrault, 1204), fue la
primogénita de Aenor de Chatellerault y Guillermo X, duque de
Aquitania, quien se encargó de educarla en el arte de leer y
escribir, la cetrería, la caza y la estrategia militar, tal y como
se educaría a un varón y no a una mujer.
A
la muerte de Guillermo X, cuando Leonor sólo contaba con 13 años,
se convierte en la heredera del condado de Poitiers y del Ducado de
Gascuña y Aquitania, un territorio extensísimo que llegaba hasta
los Pirineos y de la que su padre se encargó que sólo pudiese ser
heredada por sus descendientes directos y nunca pasase a manos de sus
maridos.
A
la temprana edad de 15 años, Leonor se casa con el rey Luis
VII de Francia, tan sólo un año mayor que ella,
aportando a éste como dote Guyena, Gascuña y Poitose. Cuando llega
a su nuevo hogar descubre que las costumbres son radicalmente
distintas: la corte es fría, austera, sin trovadores ni poesía
caballeresca. Leonor procede de una de las cortes más cultivadas y
exquisitas de Europa, donde se ha inventado la cortesía, el amor
romántico y la poesía provenzal. El abuelo de Leonor, el famoso
duque Guillermo IX, llevaba con orgullo el sobrenombre de 'El
Trovador'. La corte francesa en cambio es aburrida y mojigata, el rey
Luis VII se deja dominar por el abate Suger, inspirador del arte
gótico en la iglesia de St-Denis (Ver
entrada en este 'blog' del 8 de noviembre 2013).
Leonor
intenta llenar ese vacío de la corte francesa con juglares que
recoge y que son considerados por muchos, tal vez por desconocimiento
sobre quiénes eran y qué hacían, como una ofensa, aunque esto no
es más que el intento de copiar el ambiente que ella había vivido
desde pequeña en su casa. Leonor continúa de esta forma la
tradición familiar (a su abuelo Guillermo IX se le atribuyen los
versos más antiguos encontrados en el reino de Francia, escritos en
lengua de oc) de proteger y ayudar a la poesía trovadoresca tanto en
Francia como en Inglaterra.
Según
las crónicas, Leonor acompaña a su esposo a la segunda cruzada.
Durante el trayecto a Tierra Santa, Leonor se deslumbra en
Constantinopla y también comienza a fragmentarse su matrimonio. Se
le acusa de adulterio, sin pruebas, y bajo estas circunstancias
Leonor solicita el divorcio ante el Papa arguyendo un parentesco con
su esposo. Luis VII anuló el matrimonio en 1152.
Leonor
se casó enseguida con el duque de Normandía y de Anjou, Enrique
Plantagenet, de 19 años, físicamente rudo y viril, que era todo lo
contrario a Luis VII. Dos años más tarde Enrique de Anjou es
coronado rey de Inglaterra como Enrique II. De esta manera pasaron a
la Corona inglesa los feudos franceses de Aquitania, redondeando un
extenso reino angevino a ambos lados del canal de La Mancha; este
dominio inglés sobre la mitad occidental de Francia sería el origen
del prolongado conflicto entre las dos Coronas, conocido como la
Guerra de los Cien Años (1339-1453).
El
segundo matrimonio de Leonor estuvo marcado por la infidelidad de su
marido, que movió a la reina a separarse de él y establecerse en
Poitiers, no sin antes haber intentado envenenar a la amante del rey.
En Poitiers reúne a toda una corte de artistas, poetas y músicos
llegados de todas partes y la cual influirá notablemente en la
literatura europea. Desde allí fomentó la fracasada rebelión de
sus hijos contra Enrique II (1173), que éste castigó haciéndola
prisionera del Rey durante 16 años, conducida y vigilada de castillo
en castillo hasta que finalmente la hace internar en un
convento.
A
la muerte de Enrique II, Leonor de Aquitania fue liberada por su hijo
Ricardo Corazón de León, nuevo rey de Inglaterra (1189). Leonor fue
incluso nombrada regente durante la ausencia de Ricardo por la
Tercera Cruzada (1190-92) y vivió para ver a un segundo hijo suyo
-Juan sin Tierra- en el Trono de Inglaterra (1199). Además, Leonor
de Aquitania desea asegurar para su hijo Ricardo las fronteras del
territorio de su nombre con el vecino reino de Navarra.
En
1177 Sancho el Fuerte había organizado unas justas en la Corte de
Navarra (en Pamplona o en Tudela) a las que fue invitado Ricardo
Corazón de León. Allí conoció a la jovencísima Berenguela
(Berengaria en inglés, Bérengère en francés), hija
mayor del rey Sancho VI 'el Sabio' de Navarra y de Sancha (Beatriz)
de Castilla. Tanta fue la mella que causó Berenguela en el espíritu
de Ricardo, trovador y amigo de poetas, que le dirigió "versos
inflamados" de ardiente amor. Desde ese momento Ricardo se
sintió cautivado por la belleza de Berenguela, pero su compromiso
con la bella y delicada Aélis (Alicia) de Francia le impidió pedir
su mano.
El
recuerdo del lance en la Corte de Navarra
motivó que Leonor, madre del futuro rey de Inglaterra, forjara, sin
embargo, el matrimonio de su hijo con la Infanta de Navarra. Por otra
parte, entre Ricardo Plantagenet y Sancho el Fuerte, el bravo hermano
de Berenguela, existía una ferviente relación de amistad desde su
juventud. El padre y el hermano de Berenguela eran célebres por su
habilidad y autoridad en la poesía provenzal; ella misma era una
princesa docta. Y como Ricardo, además de poeta, como regente de
Aquitania era el príncipe y juez de todos los trovadores, fue
natural que terminara por establecer vínculos de amistad con una
familia cuyos gustos y aficiones eran similares a los suyos.
Cuando
se anunció el compromiso, Berenguela embarca hacia Creta, a donde
Ricardo se había dirigido para tomar parte en la Tercera Cruzada.
Quiso el azar que el barco en el que había embarcado Berenguela y
sus damas de compañía, se alejara del resto de la flota por una
tormenta, yendo a parar a la Isla de Chipre, donde el rey de la isla,
Isaac Commenon, las apresó y pidió un rescate por ellas. Cuando
Ricardo conoce tal circunstancia toda la flota partió en su busca y
las encontraron 20 días más tarde en Limassol, al sur de Chipre. El
rey Isaac había capturado a muchos de los náufragos y Ricardo le
exigió su liberación. Éste lo haría si no lo castigaba con
hierros, es decir, si no lo encadenaba. Ricardo cumplió: le puso
unas cadenas de plata. Luego se apoderó de Chipre, que permanecería
en poder de los Cruzados hasta 1571.
Ya
nada impedía la boda, así que el 12 de mayo de 1191 Ricardo y
Berenguela se casaron en la Iglesia de San Jorge de Limassol. La
celebración fue grandiosa y cuentan las crónicas que "las
fiestas de aquella gran boda que acaecieron en la idílica isla de
Chipre, morada de Afrodita, diosa del amor, duraron tres días. La
bahía de Limassol, con la flota inglesa engalanada y un espléndido
sol de primavera que resaltaba los vivos colores de la naturaleza,
ofrecía un marco inigualable". La reina Berenguela llevaba una
amplia mantilla española que cubría sus dos largas trenzas rubias.
Su esbelta figura de proporciones admirables, vestida de blanco,
destacaba por su elegancia y escultural perfección. El rey Ricardo,
alto, rubio, fuerte, iba montado en un soberbio corcel español y
sobre su reluciente armadura lucía una fina capa de plata
adamascada. Se cubría con un sombrero color escarlata y llevaba
espuelas de oro. La empuñadura de su espada era de plata con piedras
preciosas y en la grupa del caballo habían colocado dos figuras de
pequeños leones dorados, con sus garras levantadas y en posición de
mutuo enfrentamiento. No en vano las crónicas afirman que Ricardo
"modelo perfecto de gracia varonil y militar, parecía un
radiante Marte".
Pero
la historia no acaba aquí, ya que restan algunas desdichas. El 1 de
junio, Berenguela, acompañada de su cuñada Juana y de la hija del
rey Isaac de Chipre, que había entrado a su servicio, partieron a
Palestina. Allí, a pesar de todas las afrentas, Felipe Augusto, rey
de Francia y hermano de Alicia, la recibió como un caballero y se
dice que él mismo la llevó en sus brazos desde la barca a la playa
para que no se mojase los pies.
Durante
la Cruzada, las cosas no fueron bien. Los soldados de ambos reyes no
se ponían de acuerdo. Así que el rey de Francia abandonó la
empresa. Durante un tiempo, la guerra se paralizó. El campamento de
la ciudad de Acre, donde estaban refugiados los Cruzados se había
convertido en un gran prostíbulo. Cuentan las crónicas musulmanas
que "las mujeres maquilladas, pintadas, deseables, atractivas,
osadas y ardientes, con voces nasales y muslos bien torneados
ofrecían sus cuerpos al placer. Eran el blanco de las ansías de los
guerreros y con su servicio detenían la acción de las lanzas y el
choque de los escudos…"
Finalmente
el ejercito inglés logra aproximarse a 20 kilómetros de Jerusalén
pero no pudo tomar la ciudad ante su inferioridad numérica. Ricardo
opta por lograr una honrosa paz el 1 de septiembre de 1192. Ricardo y
Bernguela deciden regresar a Inglaterra por diferentes caminos.
Primero marchó hacia Roma Berenguela, con Juana y la princesa
chipriota, donde permanecerían meses. Ricardo, que partió después
y había desembarcado para evitar las naves venecianas, fue capturado
por el duque de Austria y encarcelado, reclamando un rescate de
150.000 marcos de oro.
La
reina partió luego a Marsella donde su primo Alfonso II de Aragón
la recibió y le dio protección para recorrer sus territorios,
acompañada por Ramón de San Gil, conde de Tolosa, quien acabó
enamorándose de Juana, ex-reina de Sicilia y hermana de Ricardo, con
lo que llegó por fin la paz entre Aquitania y el condado de Tolosa.
El 17 de enero de 1194, no sin antes haber recibido gran parte del
rescate, el duque de Austria liberó a Ricardo, quien había pasado 1
año, 6 semanas y tres días cautivo. Según lo pactado, la princesa
chipriota fue entregada a su familiar el duque de Austria.
Ricardo
regresó a Inglaterra el 14 de marzo de 1194. En su ausencia la
anciana reina Leonor había velado por sus intereses. Posteriormente,
tuvo que enfrentarse en Francia con Felipe Augusto. En esta nueva
guerra su cuñado Sancho el Fuerte le ayudó con frecuencia, a pesar
de que el matrimonio vivía ya separado.
Los
ingleses querían conocer a su reina, Berenguela, a la que habían
idolatrado. Ello se desprende de las crónicas de la época, que
achacan este cambio de actitud de Ricardo hacia su amada a la
renovada amistad con amigos libertinos y despreciables que fueron
compañeros suyos durante su larga soltería. Otros hablan, sin
embargo, de la esterilidad de la reina como causa fundamental del
abandono de Berenguela por parte de Ricardo. Un día un ermitaño se
enfrentó al rey y le reprochó su conducta con Berenguela. Esto le
hizo reflexionar y en diciembre de 1195, en la ciudad de Poitiers,
los dos se reencontraron y ya no se separarían.
Además
en ese año, se devolvió a Alicia a su hermano, lo que permitió la
paz temporal. Pero la guerra se reanudó hasta la paz de enero de
1196. Ricardo habían logrado rodear Francia con una estrecha red de
alianzas, pero una flecha disparada a traición acabó con su vida el
7 de abril de 1199 cuando tenía 42 años, en el asedio a Chaluz. Su
hijo bastardo, Felipe de Cognac, vengaría su muerte matando al
vizconde de Limoges.
En
el año 1200, cercana ya a los 80, Leonor tiene energías para venir
a España, a buscar una infanta castellana para casarla con su nieto
francés. Elige a Blanca de Castilla, que será madre de San Luis,
rey de Francia.
Finalmente Leonor se retira a Fontevraud, una abadía que goza de su especial favor. En Fontevraud rige una especialísima norma: es una abadía mixta de monjes y monjas, pero la autoridad máxima reside en la madre abadesa. El sitio adecuado para convertirse en lugar de eterno reposo de Leonor de Aquitania, que toda su vida mandó sobre hombres. Más de 80 años tenía la reina Leonor cuando murió, el 1 de abril de 1204. Poco tiempo había podido estar tranquila en su corte de Poitiers donde seguramente falleció. Su cuerpo descansa en la abadía de Fontevraud.
Berenguela
de Navarra, que atendió a Ricardo Corazón de León mientras estaba
moribundo, tuvo que soportar terribles penas a partir de entonces.
Los que podían ser sus mejores apoyos, su amiga Juana, ahora condesa
de Tolosa, y su hermana Blanca, casada con Teobaldo de Champagne,
murieron de sobreparto. El hijo de esta última instauraría en
Navarra la dinastía de los Champaña, con el nombre de Teobaldo I.
Con
sólo 29 años, Berenguela se había quedado sola, sin seres queridos
y se refugió en la abadía de Espán, en la ciudad de Le Mans.
Durante años reclamó sus derechos y rentas en Francia e Inglaterra,
hasta que en 1216, al contratar como habilitados suyos a los
Templarios, terminó con sus dificultades económicas. Esta gran
navarra, reina de Inglaterra, sin haber estado nunca allí, gran dama
de los más insignes caballeros de la Edad Media, murió en 1230, a
los 60 años, y fue enterrada en la abadía de Espán.
Su
marido Ricardo Corazón de León fue enterrado junto a su madre,
Leonor de Aquitania, en la abadía de Fontevraud. Todo un símbolo.
Ricardo pasaría a la historia como hombre de un valor indomable y de
una espantosa crueldad –Corazón de León– pero es también uno
de los pocos reyes medievales reputado como homosexual. Hijo mimado
de madre dominante y enérgica, que detesta a las mujeres porque no
ha sido capaz de liberarse de la influencia materna.
MAG
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