sábado, 22 de febrero de 2014

Dos reinas de Inglaterra: Leonor de Aquitania y Berenguela de Navarra

A sugerencia de algunas compañeras, subo hoy al blog a Leonor de Aquitania, quien encarna tanto la leyenda como el personaje histórico dibujando todos los rasgos de la civilización occidental del siglo XII, un período en que las mutaciones fueron tan radicales que llevaron a un cambio completo del rumbo de la sociedad. El medio cultural que rodeó a Leonor durante su infancia y adolescencia explica todo el interés que ella manifestó más tarde por las artes y las letras así como el desarrollo de una inteligencia extraordinaria. 
 

Acompañaré este breve relato de la vida de Leonor con las aventuras y desventuras de su nuera Berenguela, Infanta de Navarra y Reina de Inglaterra.


Leonor de Aquitania (Aliénor d’Aquitaine, Éléonore de Guyenne o Eleanor of Aquitaine), Reina de Francia y de Inglaterra (ca. 1122 - Fontevrault, 1204), fue la primogénita de Aenor de Chatellerault y Guillermo X, duque de Aquitania, quien se encargó de educarla en el arte de leer y escribir, la cetrería, la caza y la estrategia militar, tal y como se educaría a un varón y no a una mujer.


A la muerte de Guillermo X, cuando Leonor sólo contaba con 13 años, se convierte en la heredera del condado de Poitiers y del Ducado de Gascuña y Aquitania, un territorio extensísimo que llegaba hasta los Pirineos y de la que su padre se encargó que sólo pudiese ser heredada por sus descendientes directos y nunca pasase a manos de sus maridos. 
 

A la temprana edad de 15 años, Leonor se casa con el rey Luis VII de Francia, tan sólo un año mayor que ella, aportando a éste como dote Guyena, Gascuña y Poitose. Cuando llega a su nuevo hogar descubre que las costumbres son radicalmente distintas: la corte es fría, austera, sin trovadores ni poesía caballeresca. Leonor procede de una de las cortes más cultivadas y exquisitas de Europa, donde se ha inventado la cortesía, el amor romántico y la poesía provenzal. El abuelo de Leonor, el famoso duque Guillermo IX, llevaba con orgullo el sobrenombre de 'El Trovador'. La corte francesa en cambio es aburrida y mojigata, el rey Luis VII se deja dominar por el abate Suger, inspirador del arte gótico en la iglesia de St-Denis (Ver entrada en este 'blog' del 8 de noviembre 2013).


Leonor intenta llenar ese vacío de la corte francesa con juglares que recoge y que son considerados por muchos, tal vez por desconocimiento sobre quiénes eran y qué hacían, como una ofensa, aunque esto no es más que el intento de copiar el ambiente que ella había vivido desde pequeña en su casa. Leonor continúa de esta forma la tradición familiar (a su abuelo Guillermo IX se le atribuyen los versos más antiguos encontrados en el reino de Francia, escritos en lengua de oc) de proteger y ayudar a la poesía trovadoresca tanto en Francia como en Inglaterra. 
 

Según las crónicas, Leonor acompaña a su esposo a la segunda cruzada. Durante el trayecto a Tierra Santa, Leonor se deslumbra en Constantinopla y también comienza a fragmentarse su matrimonio. Se le acusa de adulterio, sin pruebas, y bajo estas circunstancias Leonor solicita el divorcio ante el Papa arguyendo un parentesco con su esposo. Luis VII anuló el matrimonio en 1152.


Leonor se casó enseguida con el duque de Normandía y de Anjou, Enrique Plantagenet, de 19 años, físicamente rudo y viril, que era todo lo contrario a Luis VII. Dos años más tarde Enrique de Anjou es coronado rey de Inglaterra como Enrique II. De esta manera pasaron a la Corona inglesa los feudos franceses de Aquitania, redondeando un extenso reino angevino a ambos lados del canal de La Mancha; este dominio inglés sobre la mitad occidental de Francia sería el origen del prolongado conflicto entre las dos Coronas, conocido como la Guerra de los Cien Años (1339-1453). 
 

El segundo matrimonio de Leonor estuvo marcado por la infidelidad de su marido, que movió a la reina a separarse de él y establecerse en Poitiers, no sin antes haber intentado envenenar a la amante del rey. En Poitiers reúne a toda una corte de artistas, poetas y músicos llegados de todas partes y la cual influirá notablemente en la literatura europea. Desde allí fomentó la fracasada rebelión de sus hijos contra Enrique II (1173), que éste castigó haciéndola prisionera del Rey durante 16 años, conducida y vigilada de castillo en castillo hasta que finalmente la hace internar en un convento. 
 

A la muerte de Enrique II, Leonor de Aquitania fue liberada por su hijo Ricardo Corazón de León, nuevo rey de Inglaterra (1189). Leonor fue incluso nombrada regente durante la ausencia de Ricardo por la Tercera Cruzada (1190-92) y vivió para ver a un segundo hijo suyo -Juan sin Tierra- en el Trono de Inglaterra (1199). Además, Leonor de Aquitania desea asegurar para su hijo Ricardo las fronteras del territorio de su nombre con el vecino reino de Navarra.



En 1177 Sancho el Fuerte había organizado unas justas en la Corte de Navarra (en Pamplona o en Tudela) a las que fue invitado Ricardo Corazón de León. Allí conoció a la jovencísima Berenguela (Berengaria en inglés, Bérengère en francés), hija mayor del rey Sancho VI 'el Sabio' de Navarra y de Sancha (Beatriz) de Castilla. Tanta fue la mella que causó Berenguela en el espíritu de Ricardo, trovador y amigo de poetas, que le dirigió "versos inflamados" de ardiente amor. Desde ese momento Ricardo se sintió cautivado por la belleza de Berenguela, pero su compromiso con la bella y delicada Aélis (Alicia) de Francia le impidió pedir su mano.



El recuerdo del lance en la Corte de Navarra motivó que Leonor, madre del futuro rey de Inglaterra, forjara, sin embargo, el matrimonio de su hijo con la Infanta de Navarra. Por otra parte, entre Ricardo Plantagenet y Sancho el Fuerte, el bravo hermano de Berenguela, existía una ferviente relación de amistad desde su juventud. El padre y el hermano de Berenguela eran célebres por su habilidad y autoridad en la poesía provenzal; ella misma era una princesa docta. Y como Ricardo, además de poeta, como regente de Aquitania era el príncipe y juez de todos los trovadores, fue natural que terminara por establecer vínculos de amistad con una familia cuyos gustos y aficiones eran similares a los suyos.



Cuando se anunció el compromiso, Berenguela embarca hacia Creta, a donde Ricardo se había dirigido para tomar parte en la Tercera Cruzada. Quiso el azar que el barco en el que había embarcado Berenguela y sus damas de compañía, se alejara del resto de la flota por una tormenta, yendo a parar a la Isla de Chipre, donde el rey de la isla, Isaac Commenon, las apresó y pidió un rescate por ellas. Cuando Ricardo conoce tal circunstancia toda la flota partió en su busca y las encontraron 20 días más tarde en Limassol, al sur de Chipre. El rey Isaac había capturado a muchos de los náufragos y Ricardo le exigió su liberación. Éste lo haría si no lo castigaba con hierros, es decir, si no lo encadenaba. Ricardo cumplió: le puso unas cadenas de plata. Luego se apoderó de Chipre, que permanecería en poder de los Cruzados hasta 1571.

Ya nada impedía la boda, así que el 12 de mayo de 1191 Ricardo y Berenguela se casaron en la Iglesia de San Jorge de Limassol. La celebración fue grandiosa y cuentan las crónicas que "las fiestas de aquella gran boda que acaecieron en la idílica isla de Chipre, morada de Afrodita, diosa del amor, duraron tres días. La bahía de Limassol, con la flota inglesa engalanada y un espléndido sol de primavera que resaltaba los vivos colores de la naturaleza, ofrecía un marco inigualable". La reina Berenguela llevaba una amplia mantilla española que cubría sus dos largas trenzas rubias. Su esbelta figura de proporciones admirables, vestida de blanco, destacaba por su elegancia y escultural perfección. El rey Ricardo, alto, rubio, fuerte, iba montado en un soberbio corcel español y sobre su reluciente armadura lucía una fina capa de plata adamascada. Se cubría con un sombrero color escarlata y llevaba espuelas de oro. La empuñadura de su espada era de plata con piedras preciosas y en la grupa del caballo habían colocado dos figuras de pequeños leones dorados, con sus garras levantadas y en posición de mutuo enfrentamiento. No en vano las crónicas afirman que Ricardo "modelo perfecto de gracia varonil y militar, parecía un radiante Marte".

Pero la historia no acaba aquí, ya que restan algunas desdichas. El 1 de junio, Berenguela, acompañada de su cuñada Juana y de la hija del rey Isaac de Chipre, que había entrado a su servicio, partieron a Palestina. Allí, a pesar de todas las afrentas, Felipe Augusto, rey de Francia y hermano de Alicia, la recibió como un caballero y se dice que él mismo la llevó en sus brazos desde la barca a la playa para que no se mojase los pies.

Durante la Cruzada, las cosas no fueron bien. Los soldados de ambos reyes no se ponían de acuerdo. Así que el rey de Francia abandonó la empresa. Durante un tiempo, la guerra se paralizó. El campamento de la ciudad de Acre, donde estaban refugiados los Cruzados se había convertido en un gran prostíbulo. Cuentan las crónicas musulmanas que "las mujeres maquilladas, pintadas, deseables, atractivas, osadas y ardientes, con voces nasales y muslos bien torneados ofrecían sus cuerpos al placer. Eran el blanco de las ansías de los guerreros y con su servicio detenían la acción de las lanzas y el choque de los escudos…"

Finalmente el ejercito inglés logra aproximarse a 20 kilómetros de Jerusalén pero no pudo tomar la ciudad ante su inferioridad numérica. Ricardo opta por lograr una honrosa paz el 1 de septiembre de 1192. Ricardo y Bernguela deciden regresar a Inglaterra por diferentes caminos. Primero marchó hacia Roma Berenguela, con Juana y la princesa chipriota, donde permanecerían meses. Ricardo, que partió después y había desembarcado para evitar las naves venecianas, fue capturado por el duque de Austria y encarcelado, reclamando un rescate de 150.000 marcos de oro.

La reina partió luego a Marsella donde su primo Alfonso II de Aragón la recibió y le dio protección para recorrer sus territorios, acompañada por Ramón de San Gil, conde de Tolosa, quien acabó enamorándose de Juana, ex-reina de Sicilia y hermana de Ricardo, con lo que llegó por fin la paz entre Aquitania y el condado de Tolosa. El 17 de enero de 1194, no sin antes haber recibido gran parte del rescate, el duque de Austria liberó a Ricardo, quien había pasado 1 año, 6 semanas y tres días cautivo. Según lo pactado, la princesa chipriota fue entregada a su familiar el duque de Austria.

Ricardo regresó a Inglaterra el 14 de marzo de 1194. En su ausencia la anciana reina Leonor había velado por sus intereses. Posteriormente, tuvo que enfrentarse en Francia con Felipe Augusto. En esta nueva guerra su cuñado Sancho el Fuerte le ayudó con frecuencia, a pesar de que el matrimonio vivía ya separado.

Los ingleses querían conocer a su reina, Berenguela, a la que habían idolatrado. Ello se desprende de las crónicas de la época, que achacan este cambio de actitud de Ricardo hacia su amada a la renovada amistad con amigos libertinos y despreciables que fueron compañeros suyos durante su larga soltería. Otros hablan, sin embargo, de la esterilidad de la reina como causa fundamental del abandono de Berenguela por parte de Ricardo. Un día un ermitaño se enfrentó al rey y le reprochó su conducta con Berenguela. Esto le hizo reflexionar y en diciembre de 1195, en la ciudad de Poitiers, los dos se reencontraron y ya no se separarían.

Además en ese año, se devolvió a Alicia a su hermano, lo que permitió la paz temporal. Pero la guerra se reanudó hasta la paz de enero de 1196. Ricardo habían logrado rodear Francia con una estrecha red de alianzas, pero una flecha disparada a traición acabó con su vida el 7 de abril de 1199 cuando tenía 42 años, en el asedio a Chaluz. Su hijo bastardo, Felipe de Cognac, vengaría su muerte matando al vizconde de Limoges.

En el año 1200, cercana ya a los 80, Leonor tiene energías para venir a España, a buscar una infanta castellana para casarla con su nieto francés. Elige a Blanca de Castilla, que será madre de San Luis, rey de Francia.


Finalmente Leonor se retira a Fontevraud, una abadía que goza de su especial favor. En Fontevraud rige una especialísima norma: es una abadía mixta de monjes y monjas, pero la autoridad máxima reside en la madre abadesa. El sitio adecuado para convertirse en lugar de eterno reposo de Leonor de Aquitania, que toda su vida mandó sobre hombres. Más de 80 años tenía la reina Leonor cuando murió, el 1 de abril de 1204. Poco tiempo había podido estar tranquila en su corte de Poitiers donde seguramente falleció. Su cuerpo descansa en la abadía de Fontevraud.


Berenguela de Navarra, que atendió a Ricardo Corazón de León mientras estaba moribundo, tuvo que soportar terribles penas a partir de entonces. Los que podían ser sus mejores apoyos, su amiga Juana, ahora condesa de Tolosa, y su hermana Blanca, casada con Teobaldo de Champagne, murieron de sobreparto. El hijo de esta última instauraría en Navarra la dinastía de los Champaña, con el nombre de Teobaldo I.

Con sólo 29 años, Berenguela se había quedado sola, sin seres queridos y se refugió en la abadía de Espán, en la ciudad de Le Mans. Durante años reclamó sus derechos y rentas en Francia e Inglaterra, hasta que en 1216, al contratar como habilitados suyos a los Templarios, terminó con sus dificultades económicas. Esta gran navarra, reina de Inglaterra, sin haber estado nunca allí, gran dama de los más insignes caballeros de la Edad Media, murió en 1230, a los 60 años, y fue enterrada en la abadía de Espán.

Su marido Ricardo Corazón de León fue enterrado junto a su madre, Leonor de Aquitania, en la abadía de Fontevraud. Todo un símbolo. Ricardo pasaría a la historia como hombre de un valor indomable y de una espantosa crueldad –Corazón de León– pero es también uno de los pocos reyes medievales reputado como homosexual. Hijo mimado de madre dominante y enérgica, que detesta a las mujeres porque no ha sido capaz de liberarse de la influencia materna.

MAG


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