sábado, 25 de enero de 2014

La Orden de Cluny y el Camino de Santiago

El 11 de septiembre de 909, el duque Guillermo I de Aquitania dona a 'los Santos Pedro y Pablo', esto es, a la Santa Sede, una propiedad en Cluny cerca de la ciudad de Mâcon para que se edificase un monasterio. El carácter de la donación implicaba la independencia del monasterio o abadía de Cluny respecto de cualquier poder laico o eclesiástico, lo que permite al abad Bernon, con monjes procedentes de las abadías de Gigny (Franco Condado) y de Baume (Jura), emprender una profunda renovación monástica volviendo a los principios de la regla fundada por San Benito de Nursia a mediados del siglo VI y poniendo el acento en la liturgia y la oración. De esta forma comienza la andadura de una de las organizaciones más decisivas en la historia de Occidente: la orden benedictina de Cluny.



El papa Juan XI confirmaría en el año 932 la independencia de los monasterios de Cluny. Gracias a esta exención, la orden benedictina de Cluny se sustraía tanto a la autoridad de la diócesis correspondiente como a la del rey de los francos y gozaba así del privilegio de la libertad romana, lo que constituiría la base de una verdadera supranacionalidad de la Orden estructurada jerárquicamente, frente a la habitual dispersión y disgregación que los monasterios benedictinos habían tenido hasta entonces.



Las abadías reformadas aceptaban la unión bajo una autoridad centralizada de la abadía de Cluny, a la que pagaban un censo anual, perdían generalmente el rango abacial y pasaban a ser simples prioratos. Tenían a la cabeza un gran prior y los grandes podían tener bajo su responsabilidad otros más modestos que eran dependientes de Cluny.


Cluny no se desvinculó de la mentalidad del feudalismo de su época. En el interior de la organización utilizaba conceptos feudales. La relación de cada monje con el abad de Cluny seguía un modelo del vasallaje. El señor del monasterio era el abad y cada monje en el momento de la profesión rendía homenaje al abad. La mayor parte de los monjes procedía de la nobleza. Los trabajos físicos eran realizados por los siervos, reservándose a los monjes la labor intelectual
-scriptoria- donde se realizaban la copia de manuscritos.



La Orden Benedictina de Cluny no sólo fue el mayor centro de difusión espiritual del cristianismo europeo medieval, sino también uno de los principales focos de la vida intelectual y artística de Occidente. Fue la cuna de muchos teólogos, moralistas, poetas e historiadores.




La arquitectura es otra muestra de la pujanza y el poder de Cluny contribuyendo decisivamente al esplendor del arte románico. Así, la tercera iglesia abacial edificada en Cluny entre 1088 y 1118, financiada por el rey de Inglaterra y el rey Alfonso VI de Castilla, puede considerarse como una de las obras cumbres del románico europeo. Cluny III era un enorme templo de casi 200 metros de longitud. Tenía un pórtico de tres naves precedido por dos torres. Desde este pórtico se accedía a la iglesia de cinco naves de gran altura, dos cruceros con dos capillas. La cabecera tenía una girola y cinco absidiolos. El crucero más cercano a la nave era más alto, largo y ancho. Tenían un gran número de ventanas, especialmente en la cabecera. No hay tribuna, pero se empiezan a utilizar los arbotantes. Tenía decoración de arquillos lombardos.



La gran cantidad de fundaciones de la Orden de Cluny tuvo relevantes consecuencias sociales, políticas, económicas e incluso militares en los distintos reinos. El siglo XI fue el de máximo esplendor para la Orden, debido en buena medida por la extrema longevidad y estabilidad de los mandatos de dos abades que abarcaron todo el siglo, el abad Odilón (994-1049) y Hugo el Grande (1049-1109). En el siglo XI la Abadía de Cluny llegó a contar entre 400 y 700 monjes, y extendía su absoluto dominio sobre 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes en total, sin contar su innumerable personal subalterno.



El Papado no dudó en utilizar, siempre que tuvo ocasión, a la orden de Cluny como punta de lanza de su política de centralización y el símbolo de la reforma gregoriana, como fue el caso de la Península Ibérica, en donde la abolición del rito mozárabe y la reorganización eclesiástico-monástica estuvieron unidas íntimamente.



A partir del siglo XI la población europea logra salir del aislamiento de épocas anteriores e inicia una serie de contactos e intercambios que, en el campo religioso, llevarán a hacer de la peregrinación la forma más difundida de devoción El número de peregrinos aumenta extraordinariamente a Roma, a Jerusalén y a Santiago de Compostela.



Desde el siglo IX, el hallazgo de “las reliquias del apóstol”, difundido por Carlomagno que veía un modo de defender sus fronteras de la presión musulmana, hizo de Compostela - en el extremo Oeste europeo- un centro de peregrinaje. Pero el verdadero apogeo de la peregrinación jacobea, se produce, cuando la orden cluniacense, convierte el Camino de Santiago en el principal eje de difusión de sus ideas. Esta pasión fundadora de los llamados Monjes Negros es el factor determinante en la dinamización de la peregrinación jacobea.



Una labor apoyada, por otra parte, por los monarcas peninsulares, en su deseo de romper con el aislamiento con el resto de la Cristiandad, y establecer lazos dinásticos, culturales y religiosos. Los reyes de León, de Castilla y de Navarra, favorecerán en todo lo posible la constitución y proyección de la red de monasterios cluniacenses en el norte de España y singularmente alrededor del Camino. Gracias a las generosas donaciones realizadas por los monarcas hispanos en tierras, prioratos y villas, la orden de Cluny alzó puentes, hospitales, iglesias y monasterios, como San Zoilo en Carrión de los Condes, San Isidro de Dueñas (Palencia) y San Benito en Sahagún.



En el siglo XII, Aymeric Picaud, clérigo vinculado a Cluny, peregrinó a Santiago de Compostela, de cuya experiencia escribió el Liber Peregrinationis. Es una especie de guía del Camino de Santiago que acabó hacia el año 1140, incluida en el libro V del Códice Calixtino, también llamado "Liber Sancti Jacobi". Es considerada la primera guía turística de la historia.



Incluye un pormenorizado y exacto estudio del Camino de Santiago, con una visión muy particular, y en muchos casos despectiva de los pueblos ibéricos que atravesaba el Camino, reflejada en gran cantidad de detalles anecdóticos, descripciones de pueblos, avisos de peligros, etc., que actualmente son el mejor testimonio para el estudio de aquella etapa histórica.



Picaud dividía el itinerario, a través del camino francés, en trece etapas perfectamente delimitadas, cada una de las cuales se hacía en varios días, según el ánimo de cada grupo de peregrinos, a razón de unos 35 kilómetros diarios a pie, o casi el doble si era el caballo el medio de locomoción elegido. Señala las distancias entre pueblos, los santuarios y monumentos del trayecto, e incluye observaciones sobre gastronomía, potabilidad de las aguas, carácter de las gentes y costumbres de los pueblos.



Las riquezas acumuladas, gracias a los peregrinos, permitirían a un obispo emprendedor, Diego Gelmírez, conseguir que el papa Calixto II, tío del futuro emperador leonés Alfonso VII, otorgara a Santiago de Compostela la dignidad de arzobispado. También fue Calixto II quien instauró el Año Jacobeo, que habría de celebrarse cada año en el que el 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, coincidiese en domingo. Asimismo todos aquellos peregrinos que visitaran la tumba del Apóstol en el transcurso de un Año Jacobeo ganarían el Jubileo (Indulgencia plenaria). La conjunción de estos privilegios y el apoyo de la Orden de Cluny impulsaron en gran manera las peregrinaciones a Santiago de Compostela durante toda la Edad Media.

MAG


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