Con
un París en fervor de guillotinas, la colmena de principados que
ahora es Alemania alumbró a una serie de videntes institucionales,
vástagos de la Ilustración del XVIII, y padres del Romanticismo
decimonónico, en gestación. La dirección espiritual de estos
afluentes se puede atribuir a Goethe,
a Schiller,
a Fichte,
personajes que ya aparecieron en el último libro de Rüdiger
Safranski.
Entre los más
jóvenes de esta bisagra de siglos está Georg Philipp Friedrich von
Hardenberg (Novalis), nacido en 1772 en un convento dominico
reformado para castillo familiar en el siglo XVII. Su familia noble
sajona lo educó según los cánones pietistas. Tomó el nombre de
Novalis (el
que conquista nuevas tierras)
de un antiguo título nobiliario del siglo XII en su aristocrática
familia.
Realizó
sus primeros estudios en el palacio de Lucklum y en la escuela
luterana de Eisleben, donde aprendió retórica y literatura antigua;
después se trasladó a Jena para estudiar Derecho, asistiendo a los
cursos de historia de Friedrich Schiller, a quien acompañó junto al
lecho en sus horas de enfermedad, y donde conoció a Johann Gottlieb
Fichte, cuya filosofía idealista gravita sobre toda su obra.
Transforma el concepto de Fichte de “No yo” (Nicht-Ich)
en
“Tú”
(Du), un
sujeto equivalente al Yo (Ich).
Éste es el arranque de la 'Religión del Amor' (Liebesreligion)
de
Novalis.
Aconsejado
por Schiller se trasladó en 1791 a Leipzig, donde conoció a los
hermanos August y Friedrich von Schlegel, y un año más tarde pasó
a Wittenberg, donde ejerció la jurisprudencia. Así pues, Novalis
trabó amistad con los más importantes poetas y pensadores del
naciente Romanticismo alemán, y de hecho su obra es un reflejo de la
nueva sensibilidad que entonces estaba naciendo. También fue
íntimo de Ludwig Tieck, trató a Schelling y una tarde coincidió
con Hölderlin. Éste y Novalis son dos poetas de "la noche
sagrada", pero Hölderlin
era el elegíaco pagano, y su vuelta a los dioses míticos no era una
simple simbología artística, a la manera de Goethe, o del Schiller
de 'Los dioses de Grecia'. En cambio, Novalis, el noble que se dignó
a trabajar, algo tuvo de paladín cristiano.
En
octubre de 1794, Novalis trabajó como actuario para August Coelestin
Just, que no solamente fue su superior, sino también amigo y más
tarde su biógrafo. Es en este mismo año de 1794 cuando se produce
un hecho determinante en el curso tanto de su vida como de su obra:
conoce a Sophie von Kühn, de la que se enamora y con la se promete
en secreto. La muerte de su prometida, la jovencísima Sophie von
Kühn, a causa de la tuberculosis (1797), le sumió en una profunda
crisis espiritual. Este hecho es considerado como
el desencadenante de su obra más conocida, los “Himnos
de la noche” (Hymnen
an die Nacht),
escrita en 1800, que junto con los “Fragmentos”
(Fragmente),
forman casi la totalidad de su producción poética.
En
los “Himnos de la noche”, una breve obra compuesta por seis
himnos de poemas en prosa y verso, el poeta exalta la noche,
identificada con la muerte, como el paso hacia la «vida verdadera»,
un renacimiento místico en la persona de Dios donde el reencuentro
con su amada y con el conjunto del universo sería posible, todo ello
evocado por medio de un lenguaje sugestivo y armónico. "Y
todo lo que me hizo feliz aquí en la tierra/ huyó,/ y también mi
tristeza".
El
segundo himno encarna todo lo que desde el Siglo
de
las
Luces
se ha rechazado por considerarse irracional: la fe, la imaginación,
la fantasía, el amor. Y sin embargo, es la noche la que, a la
postre, se termina manifestando como la potencia redentora que
devuelve al universo su unidad con lo infinito, con la eternidad.
En
el quinto himno la “Edad
de Oro”
es identificada con la Grecia arcaica, un tiempo mítico en el que el
ser humano y la naturaleza vivían en plena comunión. Esta edad de
oro era vulnerable y de hecho sucumbió ante la potencia destructora
de dos enemigos: el propio hombre y la muerte. El primero la destruyó
mediante la reducción de la naturaleza a un mecanismo ciego
gobernado por la fría razón lógica. Es la operación que lleva
cabo la Ilustración.
Para
los románticos, naturaleza y hombre se presentan hoy como dos
elementos heterogéneos, casi enemigos. De hecho, la técnica –y la
ciencia en la que sustenta- no son más que el resultado del esfuerzo
humano por dominar la resistencia que la naturaleza ofrece. Pero,
según Novalis, esto no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que la
naturaleza, animada por fuerzas que hoy no pueden ser percibidas,
dejaba transparentar correspondencias, vínculos, y asociaciones, en
las que cada elemento hallaba su sentido pleno dentro del conjunto
del organismo. Recordemos que la base de esta interpretación hay que
buscarla en la teoría del anima
mundi,
según la cual el mundo es un macro-organismo vivificado por un alma
única. De este modo, cada fragmento de él se halla en una relación
con el resto análoga a la que hay entre cada célula de un ser vivo
y aquéllas que en su conjunto forman el organismo. El ser humano es,
dentro de este esquema, una privilegiada parte del cuerpo capaz de
sentir en sí mismo esta unidad. Pero no cualquier hombre. Sólo lo
puede aquél que posee sensibilidad para percibir la manifestación
última de esta armonía plena en la que todo descansa: la belleza.
Es decir, el poeta. Únicamente él comprende la fuerza espiritual
que mueve el universo porque es la misma que anima su propia
actividad.
En
un lugar así, los poetas no sólo eran artistas de la palabra, sino
seres en los que esa llama vivía de un modo privilegiado; sacerdotes
del dulce
culto,
y a través de él, podían convocar a todas las fuerzas del universo
para que revelaran sus secretos. Así, la naturaleza sería para
ellos un espacio amigo, un paraje en el que cada ser obedecía al
impulso que nace de la belleza.
Los
“Fragmentos”,
compuestos entre 1795 y 1800, comprenden una serie de apuntes,
aforismos y comentarios breves sobre filosofía, estética y
literatura, en los que expresa las principales inquietudes y
concepciones teóricas del romanticismo. La angustia del poeta es
provocada por la fractura que separa al sujeto del objeto, dentro de
los estrechos límites fijados por el kantismo: la mediación
conceptual falsea la unidad esencial de la vida, de la que participa
el poeta, sin poder asirla ni expresarla jamás. El papel asignado al
arte se acerca al de la religión, por cuanto tiene la misión de
hacer visible aquella intuición absoluta, aunque en sus apuntes
Novalis indica que tal acceso debe realizarse desde la
autorrevelación del arte como mediación, como falsedad y, por
tanto, como absoluta libertad creativa. Junto a estas consideraciones
se hallan otras muchas sobre las más variadas materias, desde el
esoterismo hasta la matemática y las ciencias, pasando por el
derecho y la política. Según explicó su amigo Tieck, Novalis
"había
desarrollado el plan para una obra enciclopédica propia, en la cual
las experiencias e ideas de las diversas ciencias debían explicarse,
apoyarse y animarse mutuamente".
En
prosa, Novalis
publicó
en estado fragmentario “Enrique
de Ofterdingen” (Heinrich
von Ofterdingen),
considerada una de las novelas emblemáticas del romanticismo. Novela
de aprendizaje, el autor proyecta en ella las obsesiones que guiaron
su propia vida. El protagonista, un juglar medieval cuya existencia
histórica es incierta, aunque se le supone autor del Cantar
de los Nibelungos,
debe salir al «exterior» para hallar su propia identidad, a través
de los lugares comunes literarios del viaje y del enamoramiento. Las
preocupaciones románticas que distinguen la novela se resumen en la
imagen de la flor azul (símbolo de la Poesía) que el protagonista
ve en sueños, y a cuya búsqueda se dedica. El elemento central de
la obra son las reflexiones de Novalis sobre la esencia de la poesía
y su objeto. El protagonista, Enrique, indaga sobre la raíz última
del arte, que desvela las armonías del yo con la Naturaleza. La
formación geológica de Novalis le pudo brindar esta audacia:
"¿Serán
los cuerpos del sistema solar fosilizaciones… acaso de ángeles?".
La
novela inconclusa “Los
discípulos de Sais” (Die
Lehrlinge zu Sais)
presenta una visión alegórica de la naturaleza; escrita durante los
estudios geológicos del autor, narra los esfuerzos de un grupo
iniciático por desentrañar la verdad sobre la esencia de la
naturaleza.
El
eje central que configura la cosmovisión de Novalis es una
experiencia personal: la muerte de Sophie y la posterior vivencia
de su nexo con ella más allá del abismo que aparentemente los
separaba. Así lo describe en su diario:
En
la colina en la que se hallaba la tumba de Sophie, Novalis vive la
experiencia de que la muerte es sólo un paso previo, doloroso pero
necesario, para el advenimiento de un tipo de unión establecida
sobre vínculos más sólidos que los anteriores. A partir de este
hecho, el poeta contempla el conjunto del universo movido por un
dinamismo en el que el vacío, el momento de la negación, de la
nada, es algo requerido para que se cumpla el destino final de todo,
que no es otro que la unidad plena en un amor eterno. A pesar de
ello, prácticamente todos los críticos coinciden en afirmar que, si
bien es indudable que el elemento biográfico es importante para la
comprensión de la obra, ésta no se limita a ser una mera
sublimación de aquél. Por el contrario, en ella se puede encontrar
toda una visión de cosmos que sobrepasa con mucho la descripción de
un hecho personal.
Con
su ensayo “La
Cristiandad o Europa” (Die
Christenheit oder Europa),
Novalis
presenta
otra de las características del movimiento con una melancólica
añoranza de un tiempo pasado en el que se forja la nación alemana y
la Europa cristiana. Novalis expresa toda la nostalgia romántica por
la perdida unidad de la Europa cristiana medieval, en una exaltación
de la fe cristiana. Ensaya una paz perpetua teológica mirando a
tiempos previos a la Reforma: "Hay
que volver a la antigua fe católica".
Sus
15 'Cánticos espirituales' (Geistliche
Lieder),
conjunto de poemas religiosos de gran emotividad, testimonian una fe
teñida de piadosa resignación y que fueron escritos por la misma
época que sus “Himnos”,
a los que prolongan y completan en parte. Están hechos también con
una expresión más íntima, sencilla y rítmica y fueron escritos
para ser cantados. Cristo aparece en ellos como símbolo de la unidad
de poesía y religión y forman parte del cancionero litúrgico del
protestantismo. Schubert
musicó varios de estos 'Cánticos...'.
En
1798 marchó a Freiberg para estudiar geología y se compromete con
Julie von Charpentier. Al año siguiente se convirtió en
administrador de minas en Weissenfels, ascendiendo pronto a director.
Y a los 28 años de edad es nombrado magistrado
(Supernumerar-Amtshauptmann)
del
distrito de Turingia. Padece tuberculosis desde agosto de 1800 y el
25 de marzo de 1801 muere en Weissenfels.
Las
concepciones estéticas de Novalis, cuya obra constituyó un canto a
la integración mística de espíritu y naturaleza, influyeron
notablemente en el desarrollo posterior del romanticismo europeo.
Su
obra publicada en vida se limita a los “Himnos”
y a dos series de “Fragmentos”
aparecidos en la revista Athenäum
en mayo de 1798. El conjunto de su producción fue publicado a su
muerte por Friedrich Schlegel y Tieck. La poesía y escritos de
Novalis ejercieron influencia en Hermann Hesse, George Mac Donald, C.
S. Lewis, … y fueron citados a menudo por Juan Ramón, Aleixandre y
Borges. La novelista Penelope Fitzgerald noveló la vida de Novalis,
resaltando su educación, su evolución filosófica y poética así
como el romance con Sophie en The
Blue Flower.
MAG
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